La esfera pública es cuadrada. Adoptó ya la forma geométrica de una pantalla de televisión. El espacio para intercambiar opiniones y puntos de vista sobre temas de interés público y privado se encuentra hoy concentrado en la frecuencia televisiva. Esta esfera, que Jürgen Habermas definió originalmente como el sitio abstracto en donde las opiniones privadas se hacían públicas, se vuelve cada vez más un lugar inaccesible para las y los ciudadanos de este país. Discutir sobre temas diversos y fijar posiciones en torno a una taza de café era una premisa esencial del concepto desarrollado por el filósofo alemán. El objetivo no era ocioso, se trataba de ubicar la construcción de lo público en cada uno de los ciudadanos y ciudadanas de una democracia.
No por nada la crítica más recurrente al concepto de esfera publica habermasiano es que su concepción es fundamentalmente burguesa y que solo una clase privilegiada tiene el tiempo, el interés y la oportunidad de participar en esta esfera pública. No obstante su corte utópico, la concepción de esfera pública nos puede ayudar a entender un fenómeno que se ha venido dando a últimas fechas en este país: que el diálogo ciudadano se haya convertido en una discusión primordialmente mediática.
Es tan difícil imaginarse a una institución del poder legislativo, ejecutivo o judicial, organizando un foro para discutir temas de interés público, facilitando una discusión más que su apresurada aprobación legislativa. Es increíblemente más sencillo hacer un spot y decir lo que se quiera sin tener que pasar por la enfadosa tarea de escuchar a los demás. La emisión de spots refleja la obsesión de nuestra clase política por controlar la agenda pública.
Existen valiosas excepciones. El Instituto Federal Electoral, por ejemplo, iniciará a finales de abril un ejercicio muy interesante de participación ciudadana en donde, quienes tengan interés, podrán externar su punto de vista en torno a la manera en la cual funciona el Instituto y los procesos electorales en México. Esto significará abrir un foro de discusión a nivel nacional organizado por una Institución pública en donde la voz de expertos en materia electoral se unirá a la de quienes tienen un genuino interés por contribuir al perfeccionamiento de nuestro sistema electoral.
La apuesta de la clase política nacional, me convenzo con cada nuevo spot que sale al aire, se inclina hacia la anti-discusión. A la afirmación sin posibilidad de diálogo. A la confirmación de hechos y acciones más que a su ponderación. Pero sobre todo se trata de rendir cuentas ante un foro incapaz de interpelar, tamizar, cuestionar o exigir una explicación más profunda de las cosas. La pantalla sostiene que vamos bien, que las cosas se están haciendo, que el trabajo está, además de todo, bien hecho. Del otro lado, silencio. En el estudio de grabación donde se producen los spots ‘informativos’ del gobierno, de las cámaras, y de los ‘afortunados’ ciudadanos que pueden pagar por su propio tiempo aire, lo único que se escucha es la voz del que habla. Nadie está presente para externar su opinión respecto a lo que se dice en el mensaje. Si algo no puede hacer la televisión es escuchar. Vale preguntarse cómo dialogar con estos mensajes, cómo establecer una relación dialéctica con ellos. Cómo participar en su esfera pública.
La afirmación tácita de un spot transmitido por televisión es la de no escuchar. Es hablar sin estar dispuesto a escuchar a los demás. La audiencia, esa metáfora industrial que busca definir lo intangible, será incapaz de interpelar un mensaje. Eso lo hacen los ciudadanos y las ciudadanas en los foros que así se los permitan. En esa esfera pública definida por Habermas. ¿No querrán el estado y los principales actores políticos participar en esta esfera? Hay que fomentar la discusión pública, organizada, plural, respetuosa y constructiva de estos y otros temas. Expertos o no todos tenemos el derecho y la obligación de opinar. Se trata de ver a la comunicación como un proceso de intercambio y no de transmisión. En esto los spots se han convertido en los puntos finales de cualquier discusión. Una vez transmitidos se da por sentado que la discusión original ya terminó.