viernes, 5 de enero de 2007

Solidaridad es Amor

Corrían los primeros años de la trepidante y políticamente caótica década de los noventas. La política mexicana piloteada por Sir Charles D’Gortarý se veía enfrascada en un ascenso trepidante. Sin prisas pero sin pausas. Algo muy parecido al trenecito de la montaña rusa. Clic, clic, clic. Oíamos los engranes uno a uno que desafiaban la fuerza de gravedad política del país. Clic, clic, clic. Subía el carrito impulsado por, entre otras epopeyas, el programa Solidaridad. Clic, clic, clic.

Que fuerte fue el descenso. Al contrario de la lógica de cualquier montaña rusa tras la intempestiva bajada no hubo ya subida. La bajada tomó una velocidad irrefrenable y no se detuvo al llegar a la línea de tierra. Cavó en su batalla perdida un profundo agujero en lo que restó de aquellos funestos años de fin de siglo. Vagón a tierra, vagón a pozo profundo, vagón que acabo sumergido en una quimera subterránea. Enclavado en una suerte de mina abandonada. La Pasta de Conchos de aquellos años, perdidos, a obscuras, sin salida ni oxigeno. Los solidarios mexicanos.

El México del salinato disfrutó más la subida que la bajada. Empeñados eran los esfuerzos por creer en que el primer mundo estaba esperándonos allá del otro lado de la electrizante pendiente. Clic, clic, clic. Lo que hoy es tonada burlona, el tema de solidaridad (solidaridad, venceremos, etc….) era el mantra del camino. La canción de los entusiastas exploradores. Allá íbamos mexicanos y mexicanas llevados de la mano por nuestro guía de baja estatura y escasa melena, nuestro Ghandi nativo obra de algún gen hindú perdido en Monterrey. Paso a paso, vamos ya. SOLIDARIDAD compatriotas.

Los nombres de los protagonistas de tan celebre ascenso suenan en el coro de nuestra atribulada historia noventera. Posadas, Colosio, Marcos, Camacho, Zedillo, Salinas, Carpizo, Ruiz Massieu y Mrs. Solidaridad. La metapolitica pública encarnada en las lágrimas de Don Beto y su carretera. Solidaridad. Las balas y los dardos. La ensoñación del que se eleva. Allá vamos, escalando la inclinada pendiente del progreso etéreo. Clic, clic, clic. Un nuevo amanecer hermanos, en nuevo día despertamos.

Esta última línea no es producto de la emoción titilante de quien aquí escribe. Es, por el contrario, el inicio de la primera estrofa de lo que bien pudo llegar a ser nuestro nuevo himno nacional si la fuerza de gravedad no nos hubiera jugado chueco. Una verdadera crisis para González Bocanegra que no tenía siquiera espacio suficiente para retorcerse del miedo. Un nuevo amanecer hermanos, en nuevo día despertamos.

Es así como llegan más nombres de quienes endulzaron el ascenso de un país que, emocionado, mostraba su adicción por los crecendos políticos. El tamborazo, el trompetazo, los violines, la orgásmica conjugación de un éxtasis popuranchero tan efímero como irrepetible. Vale, Méndez, Beltrán, Costa, Rubio, Mijares, Pineda, Castro, Romo, Tovar, Banquells, Cortes, etc, etc, etc. Los principales empleados del antes cuartel general del PRI. Digo, si Azcarraga se decía un soldado del PRI, pues Televisa debía ser nada menos que una especie de Pentágono mediático. Al menos en aquella época cuando los políticos aun creían que el ‘cuarto poder’ era una cantina de mala muerte en la colonia doctores. O al menos que el poder de los medios estaba supeditado al del Estado. Que tiempos aquellos. Ahora los soldados de Televisa son precisamente el presidente y las dos cámaras legislativas.

Las tomas del video al momento de los coros (solidaridad venceremos…) muestran con una pasión descarnada, al personal de la empresa mediática más grande del país cantando con enjundia sendas líneas. ”Cantaremos a una voz/el esfuerzo de unión/formando así una gran nación”. Y eso fue precisamente lo que hicieron. Cantaron con brío por espacio de 8 minutos en un video que mezclaba imágenes varias de ‘nuestro México’. Y es que son tantas las veces que ‘nuestro México’ es machacado en las letras de esta oda que es imposible no impregnarse de la euforia. Independientemente de que su carrera artística estuviera de por medio, cualquiera que hubiera estado en la nómina del tigre hubiese querido salir en este video. ¿A poco no?

Verlo a la distancia se asemeja a la experiencia de observar un video de promoción turística de la SECTUR a mediados de los ochenta. Con todo y gringas bailando en la discou impulsadas por sus margaritas costeñas y amigables lancheros saludando a la cámara. Sonrientes y satisfechos de ser mexicanos, nobles, entregados y con raíces, muchas raíces. Dicen, con verdad, que Sir Charles fue uno de los mejores simbolistas del presidencialismo mexicano. Si Madero era místico y Díaz Ordaz un orangután, Messieurs D’Gortarý era un simbolista consumado.

La letra del himno promocional a la política pública más emblemática del salinato se encuentra plagada de esos símbolos que una y otra vez definen a ‘nuestro México’ (ojo que cada vez que escribo esto lo hago con la voz de Lola Beltrán en la cabeza). Paseo de la Reforma, carreteras, obreros con martillo en mano, mujeres sonrientes en trajes típicos. Todos ellos elementos mutuamente excluyentes que cuando se conjugan es por todas la razones equivocadas. Como en el video promocional de Solidaridad. La solidaridad con el patrón, por supuesto. Solidaridad por participar en la seducción de la masa.

Los adolescentes que acostumbraban mirar ‘Papá soltero’ o que eran fans de Microchips o Timbiriche. Quienes tenían un aprecio especial por Pandora, la Vero Castro o Chente Fernández. Los cumbiancheros adoradores de Rigo Tovar. Los onanistas detrás de Lucía Mendez, incluyendo a Sir Charles por supuesto. Los fans de la novia de América y su hija (la misma que ‘confesó’ votaría por Calderón mientras hacía el papel de Lety la fea más bella hace unos meses). Ahí vemos a nuestras estrellas en su canal. Casa llena. Todos contentos, entusiastas. Se respira el optimismo del miedo. Vamos por buen camino. Cómo no sentirnos de primera, salvo por la atenuante de tener estrellas de quinta.

Siempre cerca del poder, al lado del ganador. Artistas consumados por su obediencia. Burócratas de la pantalla chica y grande. Ahí estaban todos, convocados por ‘nuestro México’. Cantándole a ‘nuestro México’. Pregonando por él y elevándolo al cielo. Empujando los vagones hacía la cúspide. Al punto de quiebre en donde la bajada es paso obligado. Al término del video clip las siempre imaginativas porras. Mé-xi-co, Mé-xi-co. Entrelazada, una voz aprieta la palabra solidaridad entre los vivaces vitores. Una cosa muy subliminoide. Como de la época cuando buscábamos figuras de mujeres desnudas escondidas entre los hielos de los anuncios de Ron Potosí.

Lo único que me extrañó cuando Televisa volvió a transmitir otro de sus mensajes por ‘nuestro México’ previo a la toma de protesta de Felipe Calderón fue lo flaco de la caballada. La única que repite es Graciela Mauri que, junto con Enrique Rocha, Omar Chaparro, Pepillo Origel y otros dos sujetoides nos dicen que hoy (corría el primero de diciembre), debemos estar unidos, prestos a atestiguar la nueva oportunidad, demostrar que juntos podemos, que nuestro compromiso es México. ‘Nuestro México’ es de todos, concluían.

Atrás quedaron las épocas de la cargada. Como los mítines priistas que se han venido a menos. En Televisa se fue el soldado y se fueron sus marines con él. Llegó en cambio el Commander in Chief y se cuadraron los representantes populares ante su Ley. La ley del miedo. El miedo del político chico, por más altote que esté, que sin su tele no sabría como dirigirse a la gente.

Televisión, poder, la masa. Usted y yo. Ella y él. Los y las televidentes. Cómo en Chernobyl los efectos de este cóctel informativo son siempre inciertos pero insoslayables. Tarde o temprano las cosas se irán asentando. La tele que a lo largo de todos estos años machaca sus estereotipos. Nos restriega ‘nuestro México’, ‘nuestras raíces’ a la primera oportunidad que puede. El gran educador y modelador de conductas. Nuestros ídolos populares. Queridos, respetados. Magnificados por esa gran lupa que es el televisor. Hablando en nombre de ‘nuestro México’.

Cuanta autoridad. La autocomplacencia es monumental. Pero la caballada está flaca. En el 2006 ya no fue necesario tanto despliegue de personal. ¿Podríamos esperar un nuevo Solidaridazo mediático al frente de los ídolos de la pantalla chica? Apuesto a que no por la simple y sencilla razón de que, al menos momentáneamente, todos hemos perdido la capacidad de definir a ‘nuestro México’. Mientras no lo hagamos correremos el riesgo latente de que Paulina Rubio regrese de la mano de Francisco Xavier y Eduardo Capetillo a hacerlo por nosotros. Querido Rigo: Solidaridad es amor. Para muestra basta un botón.

http://www.youtube.com/watch?v=_M4BHU2Ih7g

2 comentarios:

Pantxo dijo...

Antes que nada, ¿es normal que el video provoque en mí un sentimiento de temor?
Segundo, ¿cómo encontraste dicho video?
Tercero, creo que hubiera quedado mejor "EL CAMPESINO Y LA GRAN EMPRESA UNIDOS POR NATURALEZA", cantado por algún charro sombrerurudo, ¿no crees?

Julio Juárez Gámiz dijo...

Gracias por tu comentario. En primer lugar creo que cualquier ser humano con un ápice de corazón debe sentir miedo al ver a Mijares hacer uno de esos falsetes, si no de que sirve tener instinto de supervivencia.
El video me encontró a mí literalmente. Estaba buscando otra cosa y de pronto zaz, SOLIDARIDAD!!
Buena sugerencia la del charro sombrerudo, aunque me pregunto si los productores no estaban más interesados en mostrar a una mezcla de campesino y gran empresario al mismo tiempo. Algo que es prácticamente imposible fuera de la lógica de este video.