jueves, 22 de noviembre de 2007

Las lecciones de Campbell

Leer los recientemente publica-dos diarios de Alistair Campbell, el encargado de la estrategia de comunicación detrás del nuevo laborismo de Tony Blair desde mediados de los 90, es ilustrativo a varios niveles. Sus páginas son testimonio de un partido de “izquierda” en búsqueda del “centro” político y de los votos de una creciente clase media. Hay aquí dos lecciones para el PRD con miras a la celebración de su décimo Congreso Nacional Extraordinario el próximo 16 de agosto.
La primera es ubicar a la comunicación como eje estratégico de la operación política. La tenacidad con la que Campbell, Blair y un reducido equipo de trabajo, entre ellos el actual primer ministro Gordon Brown, buscaban modernizar al Partido Laborista, comenzó con el establecimiento de una relación política e informativa con grupos de electores comúnmente ignorados por este partido.
Hasta ese momento la estrategia comunicacional del Partido Laborista, que durante los últimos 18 años había fracasado en sus intentos por vencer a los gobiernos conservadores de Margaret Thatcher (1979-1990) y John Major (1990-1997), había compartido un común denominador: la incapacidad de dialogar con electores distintos a los de su base de simpatizantes tradicional.
Un nuevo entorno político y social demandaba no solamente la renovación de la filosofía laborista sino, además, la creación de una estrategia para comunicar esta renovación a nuevos públicos.
A pesar del escepticismo de amplios sectores laboristas, es un hecho que, después de tres victorias electorales consecutivas, el de Blair ha sido el gobierno laborista más exitoso en términos electorales desde la fundación de este partido.
La segunda es haber generado un consenso hacia el interior del partido que permitiera mantener infinidad de disputas internas fuera de los medios de comunicación. Aunque las tensiones y pugnas no desaparecieron, éstas se mantuvieron lo más alejado posible de la arena mediática. Consolidar un solo frente informativo para comunicar una nueva filosofía partidista fue determinante en la victoria electoral de 1997. Se trataba de aprovechar el carisma de su líder y la promisoria renovación de una plataforma política al margen de conflictos mediáticos innecesarios.
En uno de los pasajes del libro se relata la temprana frustración de Campbell y Blair ante la visceral indiscreción mediática de una compañera de su partido, algo común en la época en que cada quien decía lo que quería en los medios bajo el argumento del saludable derecho a discrepar públicamente. En un tono abiertamente desmoralizado, Blair le confiesa a Campbell que mientras esas cosas sigan pasando nadie los tomará en serio. Con “nadie” Blair se refería a los votos que se encontraban fuera del núcleo laborista e indispensables para vencer a los conservadores.
La larga cadena de escándalos mediáticos, incluidos los desfiguros de emblemáticos voceros, han sido uno de los argumentos recurrentes de por qué todavía son muchos quienes no consideran al PRD como una opción seria para gobernar. Especialmente quienes no habitan en estados gobernados por el PRD y que no tienen una simpatía política definida. Esos son los electores a los que el PRD tiende a eludir en sus campañas. A los que Elena Poniatowska no les dice mucho y que nunca en su vida madrugarían para ver un programa informativo del PRD en la televisión.
En los inicios del nuevo laborismo, Alistair Campbell estaba convencido de que comunicar la transformación era tan importante como moldear su sustancia. Un proceso simultáneo. Algo muy distinto a la manera de comunicar del PRD que continúa inmerso en la lógica informativa de no hablarles a quienes piensan distinto a ellos. Que busca los canales de siempre para decir lo de siempre a los de siempre. Que toma decisiones políticas primero y piensa cómo “difundirlas” después.
Sería muy cómodo cuestionar estas lecciones argumentando que ambos contextos, el británico y el mexicano, no tienen nada en común. Más difícil sería, sin embargo, emprender un proceso de transformación interna encaminado a que el PRD comience a pensar cómo comunicarse con un electorado que, tras el desenlace electoral del año pasado, verá las próximas elecciones con ojos muy distintos.
Investigador del CEIICH-UNAM

jueves, 12 de abril de 2007

Habermas Tv

La esfera pública es cuadrada. Adoptó ya la forma geométrica de una pantalla de televisión. El espacio para intercambiar opiniones y puntos de vista sobre temas de interés público y privado se encuentra hoy concentrado en la frecuencia televisiva. Esta esfera, que Jürgen Habermas definió originalmente como el sitio abstracto en donde las opiniones privadas se hacían públicas, se vuelve cada vez más un lugar inaccesible para las y los ciudadanos de este país. Discutir sobre temas diversos y fijar posiciones en torno a una taza de café era una premisa esencial del concepto desarrollado por el filósofo alemán. El objetivo no era ocioso, se trataba de ubicar la construcción de lo público en cada uno de los ciudadanos y ciudadanas de una democracia.

No por nada la crítica más recurrente al concepto de esfera publica habermasiano es que su concepción es fundamentalmente burguesa y que solo una clase privilegiada tiene el tiempo, el interés y la oportunidad de participar en esta esfera pública. No obstante su corte utópico, la concepción de esfera pública nos puede ayudar a entender un fenómeno que se ha venido dando a últimas fechas en este país: que el diálogo ciudadano se haya convertido en una discusión primordialmente mediática.

Es tan difícil imaginarse a una institución del poder legislativo, ejecutivo o judicial, organizando un foro para discutir temas de interés público, facilitando una discusión más que su apresurada aprobación legislativa. Es increíblemente más sencillo hacer un spot y decir lo que se quiera sin tener que pasar por la enfadosa tarea de escuchar a los demás. La emisión de spots refleja la obsesión de nuestra clase política por controlar la agenda pública.

Existen valiosas excepciones. El Instituto Federal Electoral, por ejemplo, iniciará a finales de abril un ejercicio muy interesante de participación ciudadana en donde, quienes tengan interés, podrán externar su punto de vista en torno a la manera en la cual funciona el Instituto y los procesos electorales en México. Esto significará abrir un foro de discusión a nivel nacional organizado por una Institución pública en donde la voz de expertos en materia electoral se unirá a la de quienes tienen un genuino interés por contribuir al perfeccionamiento de nuestro sistema electoral.

La apuesta de la clase política nacional, me convenzo con cada nuevo spot que sale al aire, se inclina hacia la anti-discusión. A la afirmación sin posibilidad de diálogo. A la confirmación de hechos y acciones más que a su ponderación. Pero sobre todo se trata de rendir cuentas ante un foro incapaz de interpelar, tamizar, cuestionar o exigir una explicación más profunda de las cosas. La pantalla sostiene que vamos bien, que las cosas se están haciendo, que el trabajo está, además de todo, bien hecho. Del otro lado, silencio. En el estudio de grabación donde se producen los spots ‘informativos’ del gobierno, de las cámaras, y de los ‘afortunados’ ciudadanos que pueden pagar por su propio tiempo aire, lo único que se escucha es la voz del que habla. Nadie está presente para externar su opinión respecto a lo que se dice en el mensaje. Si algo no puede hacer la televisión es escuchar. Vale preguntarse cómo dialogar con estos mensajes, cómo establecer una relación dialéctica con ellos. Cómo participar en su esfera pública.

La afirmación tácita de un spot transmitido por televisión es la de no escuchar. Es hablar sin estar dispuesto a escuchar a los demás. La audiencia, esa metáfora industrial que busca definir lo intangible, será incapaz de interpelar un mensaje. Eso lo hacen los ciudadanos y las ciudadanas en los foros que así se los permitan. En esa esfera pública definida por Habermas. ¿No querrán el estado y los principales actores políticos participar en esta esfera? Hay que fomentar la discusión pública, organizada, plural, respetuosa y constructiva de estos y otros temas. Expertos o no todos tenemos el derecho y la obligación de opinar. Se trata de ver a la comunicación como un proceso de intercambio y no de transmisión. En esto los spots se han convertido en los puntos finales de cualquier discusión. Una vez transmitidos se da por sentado que la discusión original ya terminó.

viernes, 30 de marzo de 2007

Spots ¿para qué?

La oficina de la presidencia cuenta este año con un presupuesto cercano a los 270 millones de pesos para gastos de comunicación, imagen y opinión pública. Destinar el 17% de su presupuesto anual a estas tareas, más tiempo oficial en medios electrónicos, es una invitación abierta a cuestionar la utilidad de los spots para posicionar la imagen del nuevo gobierno. Los dos primeros spots transmitidos por la administración de Felipe Calderón dejan muchas dudas en torno a su política de comunicación social dado el gran parecido a lo que hiciera su antecesor hace seis años exactamente.

En el último año de su gobierno, Fox se gastó en spots alrededor de 16 millones de pesos provenientes del presupuesto de la oficina presidencial, cifra muy superior a los 8 millones de 2005. A este gasto habría que sumar el uso de 31 mil horas en radiodifusoras y 5 mil en estaciones de televisión de tiempo fiscal disponible tan solo en 2006. A pesar de todos los recursos invertidos en su promoción, el índice de aprobación de Vicente Fox bajó nueve puntos en los últimos cuatro meses de su gobierno. La aprobación que iniciara en el 2000 con casi un 70% terminó con 51%, según la encuesta correspondiente de Parametría. ¿De qué sirvió la insultante avalancha de spots en los últimos meses de su gobierno?

No obstante, el precursor de la publicidad oficial en nuestro país es Carlos Salinas. Baste recordar la intensa campaña mediática del programa de Solidaridad con todo y las lágrimas de Don Beto. Un verdadero parteaguas en materia de comunicación social. Los 8 mil millones de dólares que costó Pronasol a lo largo del sexenio salinista apenas equivalen a 230 horas de publicidad en televisión por cada uno de los seis años de su gobierno. Cifra muy baja en comparación con la magnitud de aquella campaña de difusión. Ello tampoco le garantizó a Salinas un lugar en la lista de popularidad nacional. Fuera del Valle de Chalco, por supuesto.

El tema de los spots transmitidos por el gobierno federal en el sexenio calderonista debe ocupar un lugar importante sobre la calidad de la democracia que queremos. Por ello vale la pena dimensionar el efecto que tienen estos spots en nuestra evaluación del gobierno. No olvidemos que a pesar de ir en aumento, los spots siguen compitiendo con otras formas de comunicación a la hora de influir en las opiniones de la sociedad. La información no pagada difundida en los medios y la comunicaron interpersonal son solo dos ejemplos.

Un hallazgo consistente en los estudios sobre los efectos de los spots políticos, el trabajo de Annie Lang de la Universidad de Indiana es particularmente ilustrativo, es que la baja credibilidad de este tipo de mensajes, sumada a nuestra exposición involuntaria a ellos, hace que la atención que le pongamos a su contenido sea marginal en la mayoría de los casos.

Esto no significa que los spots no tengan un impacto. Encontrando las condiciones adecuadas para ser vistos, es posible que influyan en la opinión de quienes no se han hecho de una idea sobre el desempeño del gobierno. Llamémosles los indiferentes postelectorales. Pero incluso en este grupo, el efecto de los spots oficiales no solo tiende a ser limitado sino que esta condenado a un impacto fugaz e inmediato. No por nada los indiferentes rara vez dejan de serlo. Especialmente cuando asumimos, fallidamente, que todo mundo tiene una opinión sobre el gobierno.

No obstante sus limitaciones persuasivas, los spots se han consolidado como una de las formas de comunicación preferidas por la Presidencia. Las posibilidades narrativas, el control de su contenido, el alcance de su transmisión y la oportunidad de repetición son justificaciones recurrentes para su uso. Sin embargo, esto ha generado un círculo en donde se asume que la mejor manera de mantener el impacto de una campaña informativa de spots es, precisamente, produciendo una nueva. La intensidad de su difusión ha generado una lógica informativa que convierte al spot en actividad incuestionable de comunicación social.

Pero, son los spots la única opción para difundir información desde el gobierno. A principios de 2005 el New York Times publicó una historia sobre una serie de tres videos producidos por la Casa Blanca en un formato de noticiero televisivo. Los newscasts, ‘noticias’ positivas en torno a la ocupación de Irak, fueron transmitidos en estaciones de televisión locales insertados como cortes informativos en donde no se especificaba quien estaba detrás de su producción. La Casa Blanca argumentó que no era su responsabilidad mencionar la fuente informativa de estas producciones. Esto era, sostuvieron, deber de las cadenas que transmitieron esta información. Alternativas para difundir hay, eso está claro. Todo depende de cómo respondamos a la pregunta inicial: spots ¿para qué?

Los primeros spots de la presidencia se pueden en ver en:www.youtube.com/watch?v=VB9Ry8sKWis

jueves, 8 de febrero de 2007

El ministerio de la verdad

La negativa de la SEGOB a transmitir los spots de López Obrador es, para decirlo sin cortapisas, un claro acto de censura que limita la capacidad de deliberación de los y las televidentes de este país. Esta censura fue recientemente revertida utilizando los mismos argumentos con los cuales se justificó por espacio de cuatro meses. El hecho deja ver, como lo han señalado analistas en varios medios de comunicación, la clara intención de la Secretaria de Gobernación por impedir la difusión de un mensaje político por parte de un partido de oposición.

Pero el acto tiene, además, una connotación indeleble de paternalismo informativo. Paternalismo en el sentido de que la SEGOB se erige como el garante del interés público al momento de decidir el tipo de información a la que podemos tener acceso los ciudadanos y ciudadanas de este país. Se trata de anticipar el juicio y la valoración que cualquiera de nosotros haga de un mensaje que, al ser transmitido por un partido político, tiene un carácter persuasivo y una vocación informativa parcial.

El problema es que eso lo sabemos todos los que hemos estado expuestos a un mensaje político. La información contenida en un mensaje político no tiene el propósito de ser objetiva, como es el caso de los noticiarios, sino de persuadir al televidente de aceptar una idea u opinión política como suya. Esto significa que quien atiende un mensaje de esta naturaleza evaluará, antes que nada, la credibilidad que tenga de la fuente emisora del mensaje. En segundo plano vendrá una evaluación del contenido del mensaje, es decir de la información que está siendo presentada.

Es a través de este procesamiento de información que juzgamos la parcialidad, credibilidad y utilidad que tiene un mensaje político para nosotros. La SEGOB, simple y sencillamente quiere quitarnos el derecho que tenemos como ciudadanos de formarnos una opinión respecto a un tema que si bien es controversial, no es nuevo para nadie. La censura en este caso, como acto destinado a restringir la circulación de información pública, atenta contra el derecho ciudadano de recibir información par parte de un partido político. En la restricción por transmitir un mensaje se encuentra incluida la restricción a recibirlo. Esto multiplica el número de afectados que tiene un acto de censura como este.

No se trata solamente de limitar los derechos políticos de un partido político, en este caso el PRD, sino de impedir que los y las ciudadanas de este país puedan tener acceso a información que puede serles de interés y utilidad. ¿A qué le teme Gobernación? A un movimiento de masas que desconozca a Felipe Calderón como presidente y que asuma que AMLO lo es. Bueno, las malas noticias para estos señores es que ese movimiento ya existe y tiene un programa en cadena nacional todos los martes en la madrugada. So what?

O se trata acaso de impedir un ataque de histeria colectiva en donde quienes vean este spot sufran una crisis de identidad nacional y no sepan quien es el verdadero presidente de este país. De nuevo, ya pasamos por eso cuando en la noche del 2 de julio teníamos a dos candidatos proclamándose ganadores de la contienda electoral. Y que fue lo que pasó a final de cuentas. Eventualmente cada quien se formó una opinión respecto a las razones que hicieron que un candidato ganara y otro perdiera.

Uno de los principales valores de la democracia es la libertad que la gente tiene para formarse una opinión a partir de la información que circula en lo que Jurgen Habermas llamó la esfera pública. La veracidad o falsedad de un argumento político no reside en el mensaje mismo sino en la valoración subjetiva que hagamos de este. ¿Es falsa la afirmación de que AMLO es el presidente legítimo de México? Para mi lo es y es, además, un disparate en términos de comunicación política. Sin embargo, esta es una conclusión a la que yo llegué solo y no por imposición de nadie.

Cuánta gente considera a López Obrador como su presidente legítimo y sin embargo no tramitan su licencia de manejo o a pagan el predial a las oficinas de su gabinete ‘oficial’. Gobernación cayó en la gran tentación de suprimir un argumento político más que un acto subversivo. Algo que ya había sucedido antes con el desafuero. Utilizar el discurso de la ley para amordazar a sus rivales. Ambas son muy malas señales sobre el panismo en el poder.

Cuándo George Orwell trabajo en las oficinas de la agencia gubernamental británica Ministry of Information durante la segunda guerra mundial (ahora pomposamente llamada Central Office of Information) nunca se imagino que años después las tomaría como modelo para el Ministry of Truth que controlaba las opiniones y contenidos en el mundo descrito en su novela 1984. Aquí y ahora parece que el Ministerio de la Verdad, encarnado por la SEGOB, ha elegido ya lo que debemos ver en nuestras pantallas y lo que no. Tal como sucedió anteriormente con el desafuero, la postura autoritaria tuvo que dar marcha atrás y aguantarse las ganas de suprimir un mensaje contrario a sus intereses. Cualquiera diría que ya aprendieron la lección, ¿será?

sábado, 13 de enero de 2007

La dicha verdadera y dicharachera

Mirar el programa, o súper spot si se prefiere, transmitido por la asociación civil Honestidad Valiente, en las primeras horas del miércoles 10 de enero, tuvo efectos innegables en mi persona. Algo entre las múltiples repeticiones del estímulo televisivo, confieso que lo vi varias veces con afán de poder escribir esto de manera documentada, y la lectura a detalle de su trascripción generó un número considerable de conclusiones. A continuación trato de resumirlas del mejor modo posible.

Al inició del programa pensé que me había equivocado de canal y que estaba por comenzar la función sabatina de teatro guiñol, con todo y presentadora afanosa y gesticulante, que me hizo recordar mi experiencia infantil de cuando alguien me contaba un cuento. La inflexión de la voz y la manera de pronunciar las palabras me distrajo al grado de escuchar de sus labios algo así como: “entonces el loooobo tenía muuuchaa haaambre y se comiooó a las ovejas más atarantadaaas”. Siento muchísimo que mis propios trastornos psicológicos hayan nublado mi entendimiento, pero no creo que haya un televidente vivo que pueda argumentar que su propia estructura cognitiva no modifica la manera en la cual procesa la información que obtiene de un medio de comunicación.

En esas estaba, tratando de concentrarme en que lo que veía era un programa político producido, según declaraciones de quienes lo diseñaron, con el objetivo de decir la verdad ante la marcada tendencia informativa de los medios masivos de comunicación, cuando la presentadora anunció emocionada que el programa comenzaría con una entrevista a un personaje político muy importante. Quién será, quién será. Azcárraga, Slim, Barraza.

Entonces, el político muy importante apreció en otro set y en algo que no tenía nada que ver con una entrevista, según prometió la conductora, habló por espacio de 15 minutos sobre temas que, de acuerdo a la introducción del programa, eran de interés para una sociedad que quiere escuchar la verdad que callan los poderosos de nuestro país. El argumento lopezobradorista que ha girado desde hace meses fundamentado en el aislamiento mediático. Nos han cerrado las puertas de los medios. Créanme que después de ver el programa entendí porque. Y la razón principal es que AMLO y su equipo han dejado de ser nota. Son yesterday’s news.

Y no solo eso, encima de todo, López Obrador ha perdido la capacidad de influir en la agenda política nacional. Y ya no digamos dirigirla, como en la época dorada de las conferencias mañaneras cuando era Jefe de Gobierno del DF. Que difícil ha de ser perder esa capacidad de generar nota. Entiendo que lo quiera achacar a que TODOS los medios que no cubren sus actuales giras son siervos de la derecha radical. Eso es más sencillo que asumir los propios errores y adaptar el discurso a la realidad actual. No. Él y su equipo se empeñan en hablar de lo mismo pero sobre todo en hablarles a los mismos.

¿A quien va dirigido el súper spot de ‘La verdad sea dicha’?. Definitivamente a quienes comparten su punto de vista y se reirán a carcajadas de la ocurrente sátira de Jesusa Rodríguez y su Carlos Lo Haré de Mole. El error en su estrategia de comunicación que mancilló su ventaja electoral se manifiesta nuevamente en su estrategia de comunicación. Comunicar un mensaje compartido de antemano con una audiencia cautiva, ignorando a todos aquellos que se encuentren fuera de ese nicho. Hablar con los mismos de las mismas cosas. Machacar las ‘verdades’ y los estereotipos tradicionales con quienes piensan lo mismo que nosotros. El maniqueísmo de la izquierda buena y la derecha mala. El reduccionismo político.

Los únicos náufragos de esta nueva estrategia de comunicación son ellos mismos. Dos balsas intercambiando un mensaje que se repite sin reflexión bajo la falsa idea de que están comunicando lo que nadie más se atreve a decir. Hay que reconocer que los dos temas principales del programa, los monopolios y el alza de precios, han sido constantemente cubiertos por los medios, incluyendo un amplio espectro de opiniones de columnistas y expertos en estos temas.

Su aislamiento mediático se debe más a que AMLO no tiene nada nuevo que decir y lo que dice ya lo dijo cientos de veces. Esto no cuestiona la validez de sus argumentos ni la capacidad política de su persona. Demuestra, eso si, una abierta incomprensión de la manera en la cual funciona el ciclo noticioso en nuestro país. Era muy fácil llevar el control de la agenda durante el incompetente gobierno de Vicente Fox, en donde la imaginación del ex Jefe de Gobierno rebasaba por mucho los pueriles esfuerzos de la presidencia por insertar sus temas en la cobertura de los medios. Hoy las cosas son muy diferentes y López Obrador se empeña en exigir la misma cobertura que tenía hace un año cuando iba 10 puntos arriba en las encuestas y acababa de librar brillantemente el proceso de desafuero.

Hoy es el candidato perdedor, lastimado, arrinconado, en constante confrontación con todo aquel que no sea incondicional de la teoría del complot y la elección robada. La brillantez, el buen humor y el talante que deja la satisfacción de hacer bien las cosas se han marchado de su rostro.

Es indudable que todas las compañías mediáticas, impresas y electrónicas, tienen preferencias políticas que, en mayor o menor medida, se ven reflejadas en su cobertura. También es innegable que Acción Nacional contó con el apoyo manifiesto de grupos empresariales que enturbiaron el resultado electoral. Eso no dejará de ocurrir en el futuro. En el país con mayor tradición en medios impresos de comunicación, Inglaterra, algunos periódicos siguen pronunciándose por el candidato de su preferencia el día de la elección. Cualquiera se iría de espaldas en México si así fuera. Si, los dados están cargados, a favor y en contra. Esa es la política.

Sin embargo, nada tiene que ver el abismo de cobertura mediática entre Salinas y Cárdenas del 88 con el de AMLO en el 2006. En aquel entonces los dos principales noticiarios de televisión dedicaron una cobertura del 91.7% al candidato del PRI y de 3.94% al candidato del Frente Democrático Nacional. Es esto equiparable a lo sucedido a lo largo del 2006. De acuerdo con el monitoreo de medios de IBOPE contratado por el IFE, la cobertura total de minutos en noticiarios de Televisa durante junio de 2006 entre el PAN, La Alianza Por México y la Alianza por el Bien de Todos fue de 102,221 para Calderón, 109,889 para Madrazo y 101,689 para López Obrador, la diferencia, al menos en esta medición no es tan grande como para hablar de un aislamiento mediático como el que sostienen los lopezobradoristas.

El reto para lHonestidad Valiente A.C. sigue siendo comunicarse con quien piensa distinto. Con quien puede dialogar contigo y no con quien reforzará afirmativamente lo que dices. El diálogo de la comunicación debería ser un intercambio. AMLO no quiere intercambiar nada, su proceso de comunicación es completamente unidireccional. Yo sé y tú deberías saberlo. No hay espacio para la autocrítica o la reflexión. El simple hecho de hablar de LA verdad como si esta no fuera una construcción social cambiante y subjetiva lo demuestra. El tono paternalista de educar al ignorante reafirma su necesidad de hablar con quienes piensan igual que él. ¿No es este el peor error que puede cometer un político? Comunicarse con aquellos que saben que responderán bien antes sus mensajes. Aquellos que puede convencer fácilmente de que, en efecto, el dice LA verdad.

AMLO y su equipo confirman la tendencia aferrada de hablar consigo mismos, de comunicarse con los suyos, de reafirmar su propio discurso en la aceptación de quien piensa igual que ellos. López Obrador quiere hacer una presidencia colectiva, sumisa a su visión y participante de sus verdades, sin embargo, lo colectivo de su llamado es un refrendo de lo acotada que es su visión de la comunicación. Le hubiera salido más barato organizar una barbacoa en un terrenito e invitar al mismo número de gente que vio su programa y darles un discurso. Todos contentos con LA verdad compartida entre ellos, satisfechos de saber como son las cosas en realidad. Excluyentes permanentes de quienes piensan lo contrario. Tirando la toalla antes de la batalla comunicacional de la persuasión

Honestamente se pueden hacer mucho más cosas con 30 minutos de televisión que un mitin audio-visual, (algo parecido a los spots de la campaña de Cárdenas en el 2000 que repetían una y otra vez las imágenes de sus mítines y los suyos en plena algarabía). Solo apto para perredistas. ¿Y los que no lo son?

El movimiento lopezobradorista no sabe comunicar en gran medida porque, aparentemente, ve en éste acto una acción persuasiva repetitiva entre los ‘nosotros’ de siempre. A los ‘otros’, los vendidos, se les condena a la ignorancia y a la perdición de caer en manos de la información de la derecha. Para qué hablar con ellos si no lo merecen. El desprecio al potencial de la información como un acto de intercambio es abierto. Condena su estrategia a la marginación de los marginados. Veamos como se desarrolla este experimento más adelante y démosle el beneficio del perfeccionamiento. Por lo tanto, La Verdad Sea Dicha es más un recuento dicharachero que una propuesta informativa.

viernes, 5 de enero de 2007

Solidaridad es Amor

Corrían los primeros años de la trepidante y políticamente caótica década de los noventas. La política mexicana piloteada por Sir Charles D’Gortarý se veía enfrascada en un ascenso trepidante. Sin prisas pero sin pausas. Algo muy parecido al trenecito de la montaña rusa. Clic, clic, clic. Oíamos los engranes uno a uno que desafiaban la fuerza de gravedad política del país. Clic, clic, clic. Subía el carrito impulsado por, entre otras epopeyas, el programa Solidaridad. Clic, clic, clic.

Que fuerte fue el descenso. Al contrario de la lógica de cualquier montaña rusa tras la intempestiva bajada no hubo ya subida. La bajada tomó una velocidad irrefrenable y no se detuvo al llegar a la línea de tierra. Cavó en su batalla perdida un profundo agujero en lo que restó de aquellos funestos años de fin de siglo. Vagón a tierra, vagón a pozo profundo, vagón que acabo sumergido en una quimera subterránea. Enclavado en una suerte de mina abandonada. La Pasta de Conchos de aquellos años, perdidos, a obscuras, sin salida ni oxigeno. Los solidarios mexicanos.

El México del salinato disfrutó más la subida que la bajada. Empeñados eran los esfuerzos por creer en que el primer mundo estaba esperándonos allá del otro lado de la electrizante pendiente. Clic, clic, clic. Lo que hoy es tonada burlona, el tema de solidaridad (solidaridad, venceremos, etc….) era el mantra del camino. La canción de los entusiastas exploradores. Allá íbamos mexicanos y mexicanas llevados de la mano por nuestro guía de baja estatura y escasa melena, nuestro Ghandi nativo obra de algún gen hindú perdido en Monterrey. Paso a paso, vamos ya. SOLIDARIDAD compatriotas.

Los nombres de los protagonistas de tan celebre ascenso suenan en el coro de nuestra atribulada historia noventera. Posadas, Colosio, Marcos, Camacho, Zedillo, Salinas, Carpizo, Ruiz Massieu y Mrs. Solidaridad. La metapolitica pública encarnada en las lágrimas de Don Beto y su carretera. Solidaridad. Las balas y los dardos. La ensoñación del que se eleva. Allá vamos, escalando la inclinada pendiente del progreso etéreo. Clic, clic, clic. Un nuevo amanecer hermanos, en nuevo día despertamos.

Esta última línea no es producto de la emoción titilante de quien aquí escribe. Es, por el contrario, el inicio de la primera estrofa de lo que bien pudo llegar a ser nuestro nuevo himno nacional si la fuerza de gravedad no nos hubiera jugado chueco. Una verdadera crisis para González Bocanegra que no tenía siquiera espacio suficiente para retorcerse del miedo. Un nuevo amanecer hermanos, en nuevo día despertamos.

Es así como llegan más nombres de quienes endulzaron el ascenso de un país que, emocionado, mostraba su adicción por los crecendos políticos. El tamborazo, el trompetazo, los violines, la orgásmica conjugación de un éxtasis popuranchero tan efímero como irrepetible. Vale, Méndez, Beltrán, Costa, Rubio, Mijares, Pineda, Castro, Romo, Tovar, Banquells, Cortes, etc, etc, etc. Los principales empleados del antes cuartel general del PRI. Digo, si Azcarraga se decía un soldado del PRI, pues Televisa debía ser nada menos que una especie de Pentágono mediático. Al menos en aquella época cuando los políticos aun creían que el ‘cuarto poder’ era una cantina de mala muerte en la colonia doctores. O al menos que el poder de los medios estaba supeditado al del Estado. Que tiempos aquellos. Ahora los soldados de Televisa son precisamente el presidente y las dos cámaras legislativas.

Las tomas del video al momento de los coros (solidaridad venceremos…) muestran con una pasión descarnada, al personal de la empresa mediática más grande del país cantando con enjundia sendas líneas. ”Cantaremos a una voz/el esfuerzo de unión/formando así una gran nación”. Y eso fue precisamente lo que hicieron. Cantaron con brío por espacio de 8 minutos en un video que mezclaba imágenes varias de ‘nuestro México’. Y es que son tantas las veces que ‘nuestro México’ es machacado en las letras de esta oda que es imposible no impregnarse de la euforia. Independientemente de que su carrera artística estuviera de por medio, cualquiera que hubiera estado en la nómina del tigre hubiese querido salir en este video. ¿A poco no?

Verlo a la distancia se asemeja a la experiencia de observar un video de promoción turística de la SECTUR a mediados de los ochenta. Con todo y gringas bailando en la discou impulsadas por sus margaritas costeñas y amigables lancheros saludando a la cámara. Sonrientes y satisfechos de ser mexicanos, nobles, entregados y con raíces, muchas raíces. Dicen, con verdad, que Sir Charles fue uno de los mejores simbolistas del presidencialismo mexicano. Si Madero era místico y Díaz Ordaz un orangután, Messieurs D’Gortarý era un simbolista consumado.

La letra del himno promocional a la política pública más emblemática del salinato se encuentra plagada de esos símbolos que una y otra vez definen a ‘nuestro México’ (ojo que cada vez que escribo esto lo hago con la voz de Lola Beltrán en la cabeza). Paseo de la Reforma, carreteras, obreros con martillo en mano, mujeres sonrientes en trajes típicos. Todos ellos elementos mutuamente excluyentes que cuando se conjugan es por todas la razones equivocadas. Como en el video promocional de Solidaridad. La solidaridad con el patrón, por supuesto. Solidaridad por participar en la seducción de la masa.

Los adolescentes que acostumbraban mirar ‘Papá soltero’ o que eran fans de Microchips o Timbiriche. Quienes tenían un aprecio especial por Pandora, la Vero Castro o Chente Fernández. Los cumbiancheros adoradores de Rigo Tovar. Los onanistas detrás de Lucía Mendez, incluyendo a Sir Charles por supuesto. Los fans de la novia de América y su hija (la misma que ‘confesó’ votaría por Calderón mientras hacía el papel de Lety la fea más bella hace unos meses). Ahí vemos a nuestras estrellas en su canal. Casa llena. Todos contentos, entusiastas. Se respira el optimismo del miedo. Vamos por buen camino. Cómo no sentirnos de primera, salvo por la atenuante de tener estrellas de quinta.

Siempre cerca del poder, al lado del ganador. Artistas consumados por su obediencia. Burócratas de la pantalla chica y grande. Ahí estaban todos, convocados por ‘nuestro México’. Cantándole a ‘nuestro México’. Pregonando por él y elevándolo al cielo. Empujando los vagones hacía la cúspide. Al punto de quiebre en donde la bajada es paso obligado. Al término del video clip las siempre imaginativas porras. Mé-xi-co, Mé-xi-co. Entrelazada, una voz aprieta la palabra solidaridad entre los vivaces vitores. Una cosa muy subliminoide. Como de la época cuando buscábamos figuras de mujeres desnudas escondidas entre los hielos de los anuncios de Ron Potosí.

Lo único que me extrañó cuando Televisa volvió a transmitir otro de sus mensajes por ‘nuestro México’ previo a la toma de protesta de Felipe Calderón fue lo flaco de la caballada. La única que repite es Graciela Mauri que, junto con Enrique Rocha, Omar Chaparro, Pepillo Origel y otros dos sujetoides nos dicen que hoy (corría el primero de diciembre), debemos estar unidos, prestos a atestiguar la nueva oportunidad, demostrar que juntos podemos, que nuestro compromiso es México. ‘Nuestro México’ es de todos, concluían.

Atrás quedaron las épocas de la cargada. Como los mítines priistas que se han venido a menos. En Televisa se fue el soldado y se fueron sus marines con él. Llegó en cambio el Commander in Chief y se cuadraron los representantes populares ante su Ley. La ley del miedo. El miedo del político chico, por más altote que esté, que sin su tele no sabría como dirigirse a la gente.

Televisión, poder, la masa. Usted y yo. Ella y él. Los y las televidentes. Cómo en Chernobyl los efectos de este cóctel informativo son siempre inciertos pero insoslayables. Tarde o temprano las cosas se irán asentando. La tele que a lo largo de todos estos años machaca sus estereotipos. Nos restriega ‘nuestro México’, ‘nuestras raíces’ a la primera oportunidad que puede. El gran educador y modelador de conductas. Nuestros ídolos populares. Queridos, respetados. Magnificados por esa gran lupa que es el televisor. Hablando en nombre de ‘nuestro México’.

Cuanta autoridad. La autocomplacencia es monumental. Pero la caballada está flaca. En el 2006 ya no fue necesario tanto despliegue de personal. ¿Podríamos esperar un nuevo Solidaridazo mediático al frente de los ídolos de la pantalla chica? Apuesto a que no por la simple y sencilla razón de que, al menos momentáneamente, todos hemos perdido la capacidad de definir a ‘nuestro México’. Mientras no lo hagamos correremos el riesgo latente de que Paulina Rubio regrese de la mano de Francisco Xavier y Eduardo Capetillo a hacerlo por nosotros. Querido Rigo: Solidaridad es amor. Para muestra basta un botón.

http://www.youtube.com/watch?v=_M4BHU2Ih7g